Me comí mi último alfajor chileno, esos carísimos que venden en el Aeropuerto, de los cuales Pablo se quedo boquiabierto porque pagué como 70 pesos por 12 alfajores cuando en la calle cuestan como 2 pesos cada uno (creo que nunca me lo va a perdonar jajaja). Lo cierto es que lo saque del refrigerador, bote la caja de cartón a la basura, y decidí compartirlo con mi mamá. Ella estaba tendiendo ropa en el patio de atrás, le dije si quería y me contesto que sí. Entonces lo desenvolví y lo partí a la mitad. Los mordí como si tuviera una caja de estos chocolates enfrente de mi. Lo comí como si fuera un niño de 6 años, mirando al cielo, girando la cabeza sin quitar los ojos del azul, con el fin de sentir que ese cielo azul de atardecer, era el mismo que miraba aquellos días en aquella ciudad tan maravillosa...
...(Lost in the transicion)