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Ni a los nazis se torturó
Veteranos de guerra critican las técnicas defendidas por Bush
WASHINGTON (Por Petula Dvorak, de “The Washington Post”).— Durante seis décadas guardaron silencio.
Cuando dos docenas de veteranos se reunieron este fin de semana por primera vez desde los años 40, muchos de los orgullosos hombres deploraron el abismo entre la manera en que ellos realizaron interrogatorios durante la guerra y las duras medidas usadas actualmente para interrogar a sospechosos de terrorismo. En ese entonces, ellos y sus comandantes cuestionaban la moralidad de colocar aparatos de escucha en las celdas de los prisioneros, se sentían mal censurando correspondencia. Sacaban a los prisioneros a cenar filete para suavizarlos, jugaban con ellos.
“Obteníamos más información de un general alemán con una partida de ajedrez o un juego de ping-pong que la que obtienen hoy con torturas”, afirmó Henry Kolm, un físico de de 90 años a quien le asignaron la tarea de jugar ajedrez con Rudolph Hess, un subordinado de Hitler.
Las críticas severas de los modernos interrogatorios a enemigos fueron el tema común durante la ceremonia realizada en las inmediaciones del río Potomac, en Alexandria. Al otro lado del río, el presidente Bush defendía los métodos de su administración para detener e interrogar a los sospechosos de terrorismo, en una comparecencia en la Oficina Oval.
Varios de los veteranos, todos entre los 80 y los 100 años, denunciaron las polémicas técnicas. Y cuando llegó el momento en que recibieron los honores, uno de los veteranos se rehusó, citando su oposición a la guerra en Iraq y los procedimientos que se utilizan en Guantánamo, Cuba. Los encargados de los interrogatorios tenían una norma que para ellos sigue siendo fuente de orgullo y honor.
“Durante muchos interrogatorios que realicé, que fueron muchos, nunca le puse la mano encima a nadie”, dijo George Frenkel, de 87 años. “Obteníamos información en una batalla de ingenios. Me enorgullece decir que nunca comprometí mi humanidad”.
“En ese entonces lo hacíamos con cierto sentido de honor y justicia”, indicó John Gunther Dean, de 81 años de edad, quien llegó a ser embajador de Estados Unidos en Dinamarca.
Ni a los nazis se torturó
Veteranos de guerra critican las técnicas defendidas por Bush
WASHINGTON (Por Petula Dvorak, de “The Washington Post”).— Durante seis décadas guardaron silencio.
Cuando dos docenas de veteranos se reunieron este fin de semana por primera vez desde los años 40, muchos de los orgullosos hombres deploraron el abismo entre la manera en que ellos realizaron interrogatorios durante la guerra y las duras medidas usadas actualmente para interrogar a sospechosos de terrorismo. En ese entonces, ellos y sus comandantes cuestionaban la moralidad de colocar aparatos de escucha en las celdas de los prisioneros, se sentían mal censurando correspondencia. Sacaban a los prisioneros a cenar filete para suavizarlos, jugaban con ellos.
“Obteníamos más información de un general alemán con una partida de ajedrez o un juego de ping-pong que la que obtienen hoy con torturas”, afirmó Henry Kolm, un físico de de 90 años a quien le asignaron la tarea de jugar ajedrez con Rudolph Hess, un subordinado de Hitler.
Las críticas severas de los modernos interrogatorios a enemigos fueron el tema común durante la ceremonia realizada en las inmediaciones del río Potomac, en Alexandria. Al otro lado del río, el presidente Bush defendía los métodos de su administración para detener e interrogar a los sospechosos de terrorismo, en una comparecencia en la Oficina Oval.
Varios de los veteranos, todos entre los 80 y los 100 años, denunciaron las polémicas técnicas. Y cuando llegó el momento en que recibieron los honores, uno de los veteranos se rehusó, citando su oposición a la guerra en Iraq y los procedimientos que se utilizan en Guantánamo, Cuba. Los encargados de los interrogatorios tenían una norma que para ellos sigue siendo fuente de orgullo y honor.
“Durante muchos interrogatorios que realicé, que fueron muchos, nunca le puse la mano encima a nadie”, dijo George Frenkel, de 87 años. “Obteníamos información en una batalla de ingenios. Me enorgullece decir que nunca comprometí mi humanidad”.
“En ese entonces lo hacíamos con cierto sentido de honor y justicia”, indicó John Gunther Dean, de 81 años de edad, quien llegó a ser embajador de Estados Unidos en Dinamarca.
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